Enfermedades de fin de ciclo en soja: pautas para un control efectivo

4 Minutos de lectura

Cercospora kikuchii es el gran desafío mundial que tiene hoy la soja”. Así lo indicó el investigador y profesor de la Cátedra de Fitopatología de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, Marcelo Carmona, durante una charla en formato virtual organizada por la región CREA Litoral Sur.

“La planta no muestra su verdadera situación de afectación hasta R5, no alarma visualmente al técnico o productor, pero puede generar una pérdida de rendimiento en un rango del 10% al 20%”, insistió.
Al no haber señales visuales, Carmona indicó que es necesario adoptar un modelo predictivo no sólo para poder detectar a la enfermedad de manera temprana, sino también para evitar aplicaciones innecesarias de fungicidas realizadas de manera preventiva.

Al respecto, indicó que las precipitaciones acumuladas desde el estadio de R3 son un buen indicador de la necesidad de aplicar fungicidas, especialmente en lotes caracterizados con factores de riesgo (como la presencia de rastrojo en superficie).

El modelo desarrollado por Carmona indica que con precipitaciones acumuladas superiores a 30 milímetros en el período de R3 a R5 la aplicación de fungicidas ya comienza a generar una respuesta productiva por control de enfermedades de fin de ciclo.

“A veces se observa una semilla manchada o morada y se supone que está afectada con Cercospora, pero eso no necesariamente puede ser así, porque una semilla aparentemente sana puede estar infectada, mientras que otro morada puede tener presencia de un hongo ya muerto; el análisis de semilla resulta indispensable para poder contar con información fidedigna al respecto”, recomendó.

Aplicación de fungicidas

En caso de confirmarse la presencia del hongo en el análisis de laboratorio, entonces la semilla debe recibir una aplicación de fungicidas sintéticos combinados eventualmente con productos biológicos.

“Los bioestimulantes de origen biológico pueden ser un complemento de los fungicidas clásicos, pero no creo que puedan sustituirlos de manera completa con una superficie de soja de dieciséis millones de hectáreas, especialmente si tenemos en cuenta que debemos combatir no sólo los patógenos presentes en la semilla, sino también en el suelo”, apuntó.

En años «Niño»

En campañas caracterizadas por fases ENSO “El Niño”, Carmona recomendó no retrasar la cosecha de soja porque con cada nueva precipitación recibida por el cultivo se incrementa la proliferación de patógenos saprófitos que pueden provocar un deterioro drástico de la calidad de la semilla.

El investigador recordó que se detectaron cepas de Cercospora kikuchii resistentes a estrobilurinas y carbendazim tanto en Argentina como en Brasil y EE.UU. Y que se descubrió que Cercospora kikuchii es naturalmente insensible a carboxamidas. Adicionalmente, se están investigando eventuales problemas de resistencia a estrobilurinas por parte de cepas de Septoria glycines.

“Tenemos un panorama complejo por delante y, para evitar sumar problemas, debemos rotar el uso de principios activos, elegir las mejores moléculas y los genotipos resistentes presentes en el mercado, respetar las dosis indicadas, realizar las aplicaciones en los momentos óptimos y evitar las pulverizaciones innecesarias, además de llevar a cabo rotaciones agrícolas adecuadas”, resumió.

Share This Article